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Matronatación: Primer día

May



Pues por fin llegó el primer día de matronatación. Pondríamos a prueba todas nuestras expectativas en esa pequeña media hora en la piscina. Cómo reaccionaría mi bebé? Le gustaría? Le daría miedo?

He de confesar que la noche de antes tuve un sueño inquietante... Mi peque iba todo precioso con su equipo matronil impoluto, nos metíamos en la piscina, todo salía a pedir de boca, nos estábamos divirtiendo... y de repente la gente nos empieza a mirar y nos señala... Qué es lo que miran?

Mi cara avergonzada con la gota cayendo, como en el típico dibujo manga. No podía ser. Una pequeña caca flotaba a nuestro lado... mi precioso bebé no había podido contenerse, demasiado éxtasis acuático y demasiado relax, y el pañal no había evitado la fuga...

Pero solo fue un sueño. Ese día era el primero de los cursillos de matronatación y yo como mami estaba dispuesta a darlo todo. Flotase lo que flotase.

El papá de la criatura estaba encargado de tener al enano limpio y a punto para que cuando yo llegase de trabajar fuera cogerle, arrancar el coche, aparcar y meternos en el agua. Nada podía fallar.

Llego a casa, cojo al niño, la mochila, las llaves, y cuando voy a salir por la puerta oigo una vocecilla varonil que me dice... Ah, May... que sepas que hoy aún no ha hecho caca.

Un sudor frío comenzó a recorrerme el cuello, y la gota manga de la vergüenza tiñó de miedo mi estampa de nuevo.

Eres valiente, tira para la pisci. El pañal hará su trabajo.


Olvidando el tema de la caca por un momento, llegamos con el coche al parking cercano (bueno, o no tan cercano). Me puse mi Ergobaby, coloqué al enano, me planté la mochila a la espalda y tiré para el Centro Deportivo.

Primera prueba superada: aparcar relativamente cerca y en un sitio legal.

La segunda prueba iba a ser prepararnos en el vestuario. Como os dije en otros post, mi enano es un alma libre e inqueita que siente curiosidad por todo. Un vestuario no iba a ser una excepción.

Mientras yo sacaba lo justo para poder salir al tanque, él decidió que lo mejor era explorarlo todo. Los bancos, las taquillas (le fascinan), los lavabos, los inodoros... Miraba a las chicas cambiarse y gritaba ¡teta! Así que mantenerle cerca de mí era como tratar de controlar una pelota en la cima de una montaña. Le traía, le dejaba sentadito, pero me daba la vuelta y se piraba.

Me desvestí, me puse el gorro y las chanclas. Le desvestí, le puse el bañador antifugas (por dios, que lo sea) y sus escarpines, cogí su gorro, las toallas, cerré la antidiluviana taquilla, y ale, a la piscina.

Cuando rebasamos la línea que separa la cueva de los vestuarios dirección a los tanques, una chica muy amablemente me dice que tenemos que ducharnos.

Uy, es cierto, se me había pasado.


Volemos al vestuario para remojarnos un poco, porque las duchas de fuera son de agua fresca, y las de dentro están más calentitas.

Cuál fue mi sorpresa, con lo acuático que es mi enano, cuando al pulsar el pulsador de la ducha veo el rictus de la amargura en su cara. No puede ser, a mi hijo le dan miedo esas duchas. No sé si será la presión del agua, el ambiente o qué... pero imposible meterle, ni solo ni conmigo. Y tampoco quería que le dejase en el suelo y me mojase yo.

Vale, mami valiente, no pasa nada.

Me remojé un poco como pude y a él le saqué envuelto en la toalla... así nadie sospecharía de nosotros.

Estrategia perfecta. Salimos a los tanques sin levantar sospechas, y nos fuimos a la piscina donde se imparte la matronatación.

Ya estaban todos los papás y mamás con sus bebés metiéndose... justo a tiempo.

Pero nos faltaba la tercera prueba... colocarle el gorro.

Nada, que para mí. De nada sirvió decirle y mostrarle que todos los niños y sus papás iban con gorro y que él también tenía que ponérselo. No quería gorro.

Así que rebusqué en lo más profundo de si misma buscando mi lado zen, y llegué a la conclusión de que mi enano y yo íbamos para divertirnos, pasar un buen rato y disfrutar. No me iba a pegar con él ni para las duchas ni para los gorros. Y así se lo dije a nuestro monitor, alegando que había espaldas más peludas nadando en la piscina que la cabecita perfecta de mi hijo. No hubo réplicas, así que nos metimos sin gorro.

Entramos en el agua, que estaba templadita, y en un primer momento mi pequeño rebelde puso cara rara, como diciendo...esto tiene mucha más agua que la bañera. Pero fue solo un momento. Enseguida quiso chapotear con el líquido elemento en mis brazos, nos relajamos todos, olvidamos el gorro, la ducha, la caca y a disfrutar.

La verdad es que por ser el primer día nos dejaron un poco a nuestro aire. La idea era que los peques se familiarizaran con su nuevo entorno, cogiesen confianza y estuviesen a gusto. Pues he de decir que lo consiguieron, porque pasada la media hora no había quien le sacase del agua.

De momento él siempre estaba en mis brazos, jugando, cojiendo patitos, aros o lo que nos tirasen al agua. Y con una enorme sonrisa en los labios que mereció con creces toda la logistica, las prisas y las preocupaciones.

A la salida del agua, de vuelta al vestuario, me dejó claro que no nos íbamos a quitar el cloro debajo de una de esas duchas del infierno. Así que primero le sequé y le vestí a él con la ropa de calle, y luego, muy bien sentadito sobre el cambiador, con una botella de agua en una mano y un bollito en la otra, mami pudo secarse y vestirse, guardarlo todo en la mochila y peinarse un poco los pelos.

Es muy cierto que salen cansados y con hambre.
Hay que ir preparados... y aprovecharlo.


Salimos del complejo hacia nuestro coche. Él cansado, y yo muy satisfecha con nuestro primer día. Habíamos superado todas las pruebas bastante bien, habíamos dejado atrás nuestras preocupaciones, y habíamos disfrutado mucho los dos.

Por otro lado, ya me había echo una idea de lo que necesitaba y lo que no para la próxima semana, de puntos logísticos a mejorar y de actitudes a tomar para disfrutar al máximo.

Así que si queréis saber más de nuestras aventuras y desventuras acuáticas, os recomiendo que no os perdáis el siguiente post.

¡Hasta la próxima!

May / Autora

Una mamá a salto de mata...¡eso es lo que soy! Yo era una chica tan organizada y metódica...pero llegó mi bebé...y ahora voy a lo loco...y en el fondo ¡Me encanta!

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